Cadencia

 

Los primeros tramos a su lado siempre resultaban latosos; cada semáforo en rojo dilataba mi anhelo de rozar con las mejillas el calor de su escote. Ella olisqueaba mis ganas sin apartar la mirada del cristal delantero, alargaba su mano y la posaba abierta sobre mi muslo. Los movimientos circulares al tomar las rotondas me sacudían la piel, adivinando un diluvio. Las noches de verano invitaban a subirse en el coche y descubrir carreteras, pero cualquier excusa bastaba para apagar las luces y detenerse bajo el reflejo del cielo. No importaba nada; solo cabían frases a medias y una sonrisa anunciando su derrumbe en mi cuello. Sus labios se volvían acuosos, llorando entre espalda y ombligo, y sus besos con alma sabían a hierba. Su anhelo era mi voz, al romper las caderas contra manos y dientes, y yo me sentía profundamente pequeña cantando al compás de un gemido.

 

* Seleccionada en el II Concurso de Microrrelatos Eróticos de Ediciones con Talento

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