Decidió terminar lo que había empezado. Desconectó las alarmas y se encerró en el diván. Se olvidó de comer y se burló del cansancio. Apenas alcanzaba a darse una ducha bien fría cuando su alma necesitaba aclararse. La comprendió y lo asumió, era inviable hacer caso omiso a lo que ella dictaba. No volvería la paz hasta que no fuera escrita la última frase de aquella maldita novela.
* Seleccionada en el IV Concurso de Microrrelatos Libres «Pluma, tinta y papel» de Diversidad Literaria
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