Fueron por ella los llantos cuando grabó en la piel los brazos llenos y el tacto. No volvió a ser dueña de nada; solo labró las haciendas con un esfuerzo impecable. Son por ella los desengaños, las quimeras irrevocables y los sueños cumplidos. Con su vientre de níquel, su corazón de ofrenda, alzó la vida hasta hacerme entender que la fortaleza llevaría su nombre.
* Seleccionada en el I Concurso de Microrrelatos sobre la Mujer «Ellas» de Diversidad Literaria
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